Después, por supuesto de la celebración del magnífico día que nos ponen en el calendario, ese único día del año en honor a las mujeres. Sí, a nosotras, a las que creamos y proporcionamos la estabilidad, la armonía y la base de un hogar; a esas que trabajamos siempre y a todas horas, que nos mantenemos en guardia cada noche por los nuestros, a esas que parimos, que cuidamos de nuestros enfermos, que atendemos a nuestros seres queridos, que apoyamos las iniciativas de nuestros maridos, o compañeros, a esas que nos levantamos temprano a preparar el desayuno y la merienda, a las que fregamos suelos y lavamos ropas, a las que intentamos dar una educación a nuestros hijos de igualdad para que no haya desajustes en futuras convivencias y sean autosuficientes. Todas esas mujeres que están haciendo posibles sus derechos, que luchan por ser cada vez más respetadas, y que sin tener que luchar por ello, algunas pierden la vida en el intento. a las que han sido agredidas, por no tener coraje pero por intentar pensar en ello, a las que cuidan d sus padres, de sus hijos, de sus nietos, a todas las que trabajan fuera de casa, y en casa, y en otras casas, y por aquellas que lloraron en sus día, para que la vida les sonría y que en esa alegría sean capaces de encajar el buen humos para caminar los años que les queda.
Me he encontrado este chiste en la red. Muy machista, porque ciertamente la mujer sabe mucho más de lo que aquí se hace gráfico.
Hace alusión al trabajo peristente de la mujer, a ese que no dejamos de hacer por el que estamos sometidas a un horario ininterrumpido de 24 horas al día y no tenemos pagadas las horas extras.
De todas formas, yo os felicito pero después de recapacitar en ese día y darme cuenta de que cada día hay que felicitar a la mujer. Con ello, pongo en vuestro alma, una rosa bella cada día y el canto de un ruiseñor; para que sea una celebración de verdad y llena de amor a la mujer. Un regalo de Dios al que tenemos que mimar.
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